viernes, 30 de octubre de 2015

Etapas


     La vida son momentos. 
La vida está hecha de etapas, y yo acabo de terminar una de las mejores hasta ahora.

     Todos nos hemos preguntado alguna vez si realmente somos felices, todos hablamos siempre de las miles de posibles razones que hay para serlo. Yo creo que una de ellas es hacer siempre lo que verdaderamente te gusta. No, no me refiero a hacer algo que te guste por todos los bienes materiales que pueda aportar a tu existencia, si no a aquello que te gusta porque mueve algo en tu interior.

    También hablamos siempre de las direcciones que nos vemos obligados a tomar en este duro camino. Estas también son muy, muy importantes, porque efectivamente de la dirección que tomemos dependerá nuestra felicidad.

     Te cuento todo esto porque, sí, yo tuve que tomar una de esas direcciones y no fue nada fácil porque el miedo siempre aparece para romper todos nuestros planes. Pero yo he aprendido a poder más que él.

     Hace justo un mes y medio comenzó mi experiencia como maestra. Aquel primer día también me acompañaba el miedo, pero creo que he elegido tan bien que nada ni nadie podrá quitar de mi cabeza la idea de que quiero pasar el resto de mi vida trabajando rodeada de esas pequeñas sonrisas. 

     Y es que ahora que ha terminado todo no se cómo voy a poder empezar mis mañanas sin sus abrazos, sin esos saludos por los pasillos, esos "quédate", esos "te quiero" y ese cariño incondicional.
     Voy a echarlos demasiado de menos; también esas risas, esas lágrimas que a veces se me ha hecho tan duro tener que secar y esas ganas contínuas que tienen los pequeños de ser felices. 
     En este tiempo he descubierto que soy capaz de muchas más cosas de las que pensaba (que mi paciencia puede llegar a ser infinita) y que una de las cosas más bonitas de la vida son esas miradas atentas de los peques cuando escuchan lo que explicas, la manera en la que son capaces de ayudarse entre ellos de manera incondicional o esas caritas de agradecimiento ante las palabras motivadoras que solucionan sus problemas. 
     Puede que yo les haya enseñado algo, pero ellos me han dado cosas que jamás podré devolverles. Cosas que no son materiales, por supuesto, esas de las que hablaba antes y que llevan a la verdadera felicidad. 
     Gracias a todas las personas que han hecho posible todo esto, a todos esos profes que me han acogido, acompañado y abrazado en el primer paso de toda una vida. 

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