jueves, 22 de abril de 2010

:)

Aquí otro relato, al que todavía no he puesto título, así que quiero poner vuestras cabecitas a pensar para que me deis opciones...
Espero que os guste...

Miró el calendario y se dio cuenta de que llevaba casi un año sin verle, sin abrazarle. No podía esperar más, él era la única persona que siempre le hacía sonreír, la única persona que le hacía sentirse bien solo con abrazarle. ¿Cómo olvidar tantos momentos vividos? Aquellas risas en el parque, tantas fotos divertidas…Tenía que hacer algo. Le llamó, sabía que había venido solamente una semana y que no tenía tiempo para nadie ni para nada. Saltó el contestador. En ese momento, lo dio todo por perdido.
Pasó la semana. Su mejor amiga celebraba una fiesta, pero ella no tenía ganas de ir. Su amiga le convenció, le dijo que tenía que divertirse, que no valía la mena estar mal. Le dijo también que pensara en él; a él le gustaba verle sonreír, le encantaba su sonrisa. Llegaron a la fiesta, se había olvidado de todo. De repente, alguien le agarró por detrás. Era él, tan guapo como siempre. Le había mentido, pero era una mentira piadosa. Se fundieron en un abrazo y unas lágrimas transparentes recorrían sus caras…

lunes, 12 de abril de 2010

El comienzo...

Bienvenidos a este mundo, el mundo de los sueños que esperan ser cumplidos...
Durante las próximas actualizaciones, intentaré entretener con mis relatos y cosas así a la gente que los lea...
Empezamos con un relato que escribí hace poco, mi primer relato, cuyo título da nombre a mi blog...

El mundo de los sueños que esperan ser cumplidos.

Era una soleada tarde de otoño, allí estábamos las dos, en el mismo banco en el que día a día nos sentábamos, contemplando a los niños que salían de la escuela, la escuela de enfrente de aquel parque maravilloso, lleno de preciosas flores de colores, en primavera, y hojas secas, en otoño.

Aquel era el lugar de encuentro diario de nosotras dos-mi amiga Blanca y yo-siempre un encuentro silencioso, ya que los padres de Blanca habían desaparecido hacía cuatro meses en el océano Índico cuando el maravilloso crucero del que disfrutaban se hundió , supuestamente, por un despiste del capitán de aquel maravilloso barco.

Un buen día, en aquel maravilloso punto de encuentro, Blanca pronunció unas maravillosas palabras, las primeras en cuatro años, sus palabras, literalmente, fueron:”Gracias, Raquel, gracias por no dejarme nunca sola en este maravilloso lugar, sin ti yo no sabría qué hacer” Sus palabras me conmovieron, una lágrima transparente recorrió mi cara.

Las dos semanas siguientes, cada día, Blanca repetía las mismas palabras. Estaba allí, sentada a mi lado. Aquellos días me empecé a fijar un poco más en su cara: tenía una expresión de tristeza, una expresión que me dejó realmente perpleja, nunca podía haber imaginado que una persona tuviera la capacidad de estar tan triste como lo estaba Blanca. Sus ojos estaban húmedos, tan húmedos que pensé que se iban a desbordar en cualquier momento. Me fijé también en su ropa, Blanca siempre solía vestir con ropa preciosa, siempre combinándola a la perfección; sin embargo, aquellos días, llevaba ropa muy extraña, descuidando completamente su combinación. Pensé que aquello era totalmente normal, Blanca estaba muy afectada por la pérdida de sus padres y lo último en lo que tendría ganas de pensar sería en combinar la ropa.

Algún tiempo después, Blanca me miró a los ojos, y empezó a hablar. Me contó que, desde que murieron sus padres, cuando estaba sola en su casa, se dedicaba a leer los periódicos y ver las noticias, siempre en busca de palabras relacionadas con sus padres, si estaban vivos o no, o si podían regresar a su hogar. Me habló de que, a pesar de no encontrar ninguna noticia relacionada con sus padres, encontró varios reportajes que hablaban de un lugar, un lugar maravilloso que, según decían aquellos escritos, se encontraba en el bosque que había a pocos minutos de nuestro punto de encuentro. No me contó nada más, sólo me pidió que al día siguiente fuera con ella aquel lugar, que por el camino, me contaría todo lo demás. Me quedé sorprendida al notar un tono de emoción en su voz, un tono que llevaba sin escuchar en ella desde hacía mucho, mucho tiempo.

Al día siguiente, como había prometido, la acompañé a aquel lugar. Comenzó, muy emocionada, a contarme todos los detalles de lo que había leído: me dijo que los escritos decían que, si alguien seguía el camino, justo por el que nosotras caminábamos, y llegaba hasta el último árbol, si esa persona giraba hacia la derecha, descubriría un lugar maravilloso, un lugar en el que, según contaban, ocurrían cosas maravillosas.

Estuvimos semanas caminando por aquel camino, pero nunca conseguíamos llegar hasta el último árbol, ella me decía que no lo hiciéramos, que aún no estaba lo suficientemente preparada como para enfrentarse a tal sensación, que aún no sabía si era buena o mala. Yo le hacía caso, veía en su rostro que, efectivamente, no estaba preparada para enfrentarse a aquello, aunque yo no sabía exactamente qué era “aquello”

Un día, por fin la vi preparada para aquello, vi en su rostro una expresión algo más feliz que la de los cuatro años anteriores, sabía que en cualquier momento, Blanca me miraría a los ojos, y me diría que estaba lo suficientemente preparada para hacerlo. En realidad no dijo nada, simplemente, cuando llegamos al árbol donde siempre dábamos la vuelta, yo ya estaba dispuesta a emprender el camino de vuelta, pero ella continuó, llevaba un paso decidido y yo, al verla tan emocionada, continué hasta el lugar indicado por aquellos reportajes, que ahora me resultaban maravillosos.

Cuando giramos a la derecha, no lo pude creer, estábamos allí, delante de una robusta puerta de roble, con unas preciosas margaritas talladas en ella. Blanca se giró hacia mí, pude ver que esbozaba, aunque con vergüenza, una preciosa sonrisa, que hizo que yo estuviera a punto de romper a llorar.

De repente, Blanca comenzó a leer en voz alta una escritura que había en aquella preciosa puerta, una escritura en la que yo no me había fijado hasta aquel momento, aquella escritura era exactamente así:

Bienvenidos a este mundo; el mundo de los sueños que esperan ser cumplidos…un mundo donde solo te hace falta tener fe y desear con mucha fuerza que tus sueños se cumplan…un mundo donde TODO es posible.






Las dos nos miramos, vi en su rostro la expresión de alegría más espectacular que había visto nunca. Sin pronunciar palabra alguna, nos dispusimos a abrir aquella puerta; nos dimos la mano y Blanca giró aquel extraño picaporte. Al abrir la puerta, se oyó un chirrido, como los de esas películas de mansiones encantadas, cuando alguien abre una puerta que se nota que es muy, muy antigua…Miramos el interior, un pasillo magnífico y enorme, rodeado de paredes con decorados preciosas, invitaba a entrar a todo aquel que allí se acercara. Dije:”uno, dos, tres…” y las dos pusimos el pie derecho en aquel lugar, con el temor de que todo fuera fruto de nuestra imaginación y aquel lugar se esfumara nada más hacerlo.

Caminamos por aquel pasillo maravilloso; cada una miraba a un lado, eso sí, sin soltar la mano de la otra. Pude ver en aquellas preciosas paredes las imágenes de personas que habían conseguido cumplir su sueño después de pisar aquel lugar. Mil ideas sobre qué desear se cruzaban en mi cabeza, iban desde conseguir conocer a mi artista favorito hasta llegar a ser una estrella de la música, pasando por viajes de ensueño y cosas maravillosas. Recordé aquella maravillosa expresión que nuestra profesora de lengua nos había enseñado:”Carpe Diem”, decidí hacer caso a esa expresión y disfrutar de aquel momento tan maravilloso, que estaba compartiendo con mi mejor amiga. Blanca me miró, me dio una vez más las gracias por acompañarla en los momentos malos y no dejarla caer. La expresión de su cara era maravillosa, en todo el tiempo que llevábamos recorriendo ese camino, no había dejado de sonreír.

Por fin llegamos al final de aquel pasillo, Blanca me pidió que dejara de caminar. Me dijo que tenía miedo, miedo de que su deseo no se cumpliera, miedo de que sus padres no volvieran; pero me dijo que lo que más temía era perder mi amistad si sus padres regresaban. Las dos rompimos a llorar, le dije que por nada del mundo dejaría de estar a su lado.

Atravesamos la cortina que marcaba el final del pasillo y el principio de la sala donde había que poner todo el empeño para conseguir que los sueños se cumplieran.

Empecé a pensar que no debía desperdiciar un deseo, el único que tenía, en cosas materiales, que me beneficiaran a mí, yo quería que Blanca, mi mejor amiga, fuera feliz, que sus padres volvieran y que terminara su tristeza para siempre. Pedimos cada una nuestro deseo, abrazadas con mucha fuerza para hacer que se cumpliera.

Tras desearlo, ya no había vuelta atrás, invité a Blanca a vivir en mi casa, por si sus padres tardaban mucho en volver o simplemente no volvían. Pasaron las horas, los días, las semanas, Blanca había perdido la esperanza, la noté muy triste, más aún que los días que nos reuníamos en aquel banco del parque. Me miró, noté que sus ojos se iban a desbordar, una vez más. Me dijo que iba a volver a vivir en su casa, que su deseo no se iba a cumplir.

Una semana después, sonó el teléfono de mi casa, era Blanca, me llamaba para decirme que sus padres habían vuelto, que estaban perfectamente y que querían invitarme a cenar con ellos esa misma noche para agradecerme todo lo que había hecho por ella.

Aquella noche, cuando vi a Blanca, no lo podía creer: tenía un aspecto estupendo, se había maquillado, llevaba un vestido precioso, como los que solía llevar antes de que sus padres desaparecieran, y estaba más feliz que nunca. Blanca me pidió que fuera un momento con ella a su habitación, que quería hablar conmigo. Tras darme las gracias una vez más, noté que su voz empezaba a apagarse, me dijo que aunque estaba muy contenta porque sus padres habían regresado, también se sentía muy triste, porque mi deseo no se había cumplido. Me preguntó qué era exactamente lo que había deseado; yo le dije que no se lo iba a creer, pero que, a pesar de haber pensado miles de cosas que desear, y que solo me iban a beneficiar a mí, al final había pedido que sus padres volvieran, porque nada me iba a hacer más feliz que verla sonreír como lo hacía antes de que sus padres desaparecieran. Me abrazó con fuerza. Sus padres nos llamaron para ir a cenar.