Voy caminando por la calle cuando, de repente, miro a lo
lejos y pienso: “¿Es él?”. Me fijo mejor y confirmo mis pensamientos: “Sí, es él”.
De repente, reacciono, y mi corazón me impulsa, me obliga a acelerar, necesito
acercarme a él, hace demasiado tiempo que no le veo, y no quiero que vuelva a
desaparecer como aquella vez.
Por fin le alcanzo, me acerco por detrás y le abrazo. Él se
gira asustado, me ve, y me abraza también. Después de ese interminable abrazo,
nos sentamos en un banco, sin decir ni una palabra.
Una vez sentados, pienso en todo el tiempo que he estado sin
él y no puedo evitar ponerme a llorar. Él se da cuenta, pero no me dice nada,
solamente me rodea con sus brazos y me dice: “te he echado de menos”. Le miro,
sonrío, y con los ojos inundados en lágrimas le digo: “yo también”. Él se
acerca, me da un beso en la mejilla y me seca las lágrimas mientras me hace
cosquillas, adoro que aún se acuerde de lo mucho que me gusta que lo haga.
Tras un silencio infinito, me suelta, me mira y me dice: “Seguiremos
viéndonos siempre, pase lo que pase”. Me encanta que me diga eso, no quiero
separarme de él nunca más. Le abrazo mientras digo: “te quiero”.