viernes, 4 de junio de 2010

Mirando atrás.

Bueno, pues aquí estoy de nuevo, y dejo un nuevo relato que he tenido que escribir para clase de Lengua. Espero que os guste.


Corría el año 1995 cuando un lluvioso Martes, 19 de septiembre, llegué a este mundo. Mis padres y yo fuimos muy felices, pero, sin embargo, todo se torció: mis padres trabajaban en el taller a altas horas de la madrugada cuando, sin saber por qué, todo empezó a arder…Nadie pudo salvar sus vidas, así que, quedé huérfana, y, lo peor, solamente tenía 4 años. Mis abuelos me acogieron, pero, unos años más tarde, a mis 9 años, les escuché hablando: decían que yo no les beneficiaba para nada, que estaban pasando por un momento de crisis y me estaban alimentando, sin recibir nada a cambio…En ese momento mi corazón quedó descompuesto, solo podía hacer una cosa, y era irme de allí…

Estuve unos cuantos meses vagando por ahí, alimentándome de lo que podía…Un buen día, una anciana adorable me ofreció comida y hogar para el tiempo que quisiera. Me contó que, en su infancia, ella vivió lo mismo que yo estaba viviendo, que vivió en la calle toda su vida, hasta que pudo ganar el premio de una lotería que, aunque no le sirvió para mucho, fue suficiente para darle un hogar. Yo estaba muy feliz, por fin tenía a alguien que me diera cariño, me daba más cariño que mis propios abuelos, a demás, tenía alguien con quien compartir mis penas, y sabía que las entendería. Poco tiempo después, la anciana enfermó, segundos antes de morir pronunció unas palabras que no se entendían del todo bien, pero logré entender algo así como que me podía quedar con la casa, porque ella no tenía nadie a quien dársela.
Hice lo que la adorable anciana me pedía, y seguí viviendo en esa casa, aunque añorándola como solo a mis padres había añorado. Eso hacía que hubiera un gran vacío en mi corazón: ya no había nadie que me cuidara, ni me diera cariño…solamente estaba yo, conmigo misma.
Pasó un año, y un buen día, salí de casa, como casi a diario, para conseguir algo de dinero o comida, para sobrevivir. Escuché a los vecinos de todo el pueblo hablando de mí: decían que los “servicios sociales” venían a por mí. Yo no sabía qué hacer y sólo pensé en irme de esa casa, por mucho cariño que le tuviera, y esconderme en algún lugar.


Al final, acabaron encontrándome y me llevaron a casa de un hombre bastante egoísta, que solo pensaba en sí mismo. Yo siempre tenía que cocinar, limpiar la casa, ir a comprar (eso si había algo de dinero…) Menos mal que yo casi siempre lo hacía bien según su criterio, porque si no era así, me maltrataba como yo nunca había pensado que podía maltratarse a una persona. Estuvo dos años maltratándome casi a diario, aunque hiciera todo lo que me pedía a la perfección. Entonces decidí hacer algo, ya estaba cansada de tanto maltrato. Sabía que lo que iba a hacer estaba mal, pero haciéndolo, habría una persona cruel menos en el mundo y yo salvaría mi vida. Dos semanas después llegó el momento idóneo para hacerlo: mi “amo” se había quemado un ojo mientras trabajaba en su herrería y se había vendado los dos ojos, no sé muy bien por qué. Entonces, yo tenía que guiarle a todos lados. Por la noche, mientras dormía, fui a hablar con la policía, a informarles de lo que el hombre me hacía. Ellos me dijeron que irían a detenerle, y harían un juicio, y todo lo que se debe hacer en esos casos. Yo les dije que facilitaría su trabajo, que cuando estuviera todo a punto, se lo haría saber. Volví a la casa, estaba muy nerviosa pro lo que iba a hacer, a pesar de que había planificado perfectamente lo que iba a hacer. Desperté a mi “amo” gritando, diciendo que había muchas serpientes en la casa, porque sabía que a él le daban pánico. Empezó a gritar: -¡¡¡¡¡SO-SO-SO-SOCORRO!!!!!- era tartamudo, pero, cuando se asustaba, lo era aún más, y yo disfrutaba con ello- ¡¡¡Mi, mi casa está llena de serpientes!!!
Yo le dije, aguantando la risa: -Amo, entre a esta habitación, es la única que no está aún llena de serpientes- sabía que estaba mal reírme de él y hacerle eso, pero era la primera vez que disfrutaba en muchos años.
La habitación en la que le encerré era la única de la casa que tenía cerradura, así que eché la llave y salí corriendo a avisar a la policía.

Cuando llegó la policía, mi “amo” seguía gritando, muy asustado, y los policías tuvieron que aguantar la risa también. Se lo llevaron, y yo volví a quedarme sola y sin hogar…pensé volver a la casa de la anciana, pero eso me haría tener muchos buenos recuerdos y añorarla aún más; también pensé en volver a mi casa, pero echaría mucho de menos a mis padres. Así que volví a estar como estaba antes de que la anciana me acogiera: sin hogar.

Paseé por la ciudad, y vi uno de esos espectáculos callejeros a los que iba con mis padres antes de que ellos murieran. Esos espectáculos me parecían muy divertidos, porque eran una forma de ganar dinero para las personas que no lo tenían, pero que sí tenían talento. Yo siempre había querido ser artista, me encantaba la música, pero el problema de no tener a nadie que te diera ánimos y te dijera si verdaderamente tenías talento me perseguía.
Me paré a escuchar a un chico que cantaba genial, nunca había oído cantar a nadie así de bien. Cuando terminó, le pregunté cual era su secreto, me dijo, que simplemente, tener una sonrisa siempre pintada en tu cara. Dijo que fuera con él, cantando por ahí, que así ganaría dinero y olvidaría mi tristeza, como hizo él.
Me fui con él. Pasamos dos años cantando de ciudad en ciudad, pasándolo en grande. Hubo un día que me divertí como nunca antes lo había hecho: estábamos en Córdoba, cantando para muchas personas delante de la Mezquita y vino una mujer, muy graciosa, la verdad, a echarnos una moneda, y se puso a hablar con nosotros…y tanto que se puso a hablar, ¡estuvo dos días con nosotros! Nos contó casi toda su vida, yo creo, y, al final, no sabíamos como quitárnosla de encima, le decíamos: -Venga mujer, que usted tendrá un hogar que sacar adelante-siempre aguantando la risa. Al final, yo creo que por lo pesados que estuvimos, nos dejó en paz.

Ahora, tengo 17 años, y vivo con él. Al final, ganamos el dinero suficiente para comprar una pequeña casa y llevarla adelante, aunque, claro, no dejamos de trabajar. Cuando seamos más mayores, queremos tener hijos, sí, pero teniendo mucho cuidado con lo que nos pueda pasar a nosotros y también a ellos para que nunca vivan lo que yo he tenido que vivir durante 15 años.