Son las dos de la madrugada y vuelvo a casa después de una
gran noche al lado de mis amigos. Me hubiera gustado quedarme más tiempo
celebrando el cumpleaños de uno de ellos, Gustavo, pero mañana debo ayudar a mi
madre en el trabajo. Siempre discutimos, pero a pesar de eso, no puedo
fallarle.
Hace mucho frío, la calle está totalmente vacía y voy
caminando tranquilo, pensando en todo lo que ha pasado últimamente. De repente,
oigo a alguien gritar. Sigo caminando y los gritos se sienten cada vez, más
cercanos. Es una voz femenina. Acelero el paso. Doblo la esquina y veo a un
hombre correr. Se ha dado cuenta de que lo he oído todo, y supongo que no ha
hecho nada bueno, por eso escapa.
Fijo mi mirada en un punto de la
calle y veo a una mujer tumbada en el suelo. Apenas puede moverse, pero parece
que me pide ayuda, así que me acerco a ella y pregunto qué ha pasado. Ninguna
respuesta. Tiene golpes y magulladuras por todo su cuerpo y está demasiado
asustada como para pronunciar una sola palabra.
Mi mente se queda en blanco por unos
segundos, mientras la mano de la mujer aprieta la mía con fuerza. Cuando
reacciono, me doy cuenta de que debo buscar ayuda. Lo mejor será llamar a mi
madre. Es policía, y sabrá perfectamente lo que hacer. Además, vivimos cerca de
aquí, y no tardará mucho en llegar.
(Narra Carmen) Son las dos y cuarto
de la madrugada y estoy sola en casa. Mi marido murió hace tres años y vivo
sola con mi hijo, Marcos, que hoy ha salido de fiesta con sus amigos. Creo que
muchas veces soy demasiado dura con él, así que considero que merece hacerlo de
vez en cuando.
En el silencio de la noche, oigo mi
teléfono sonar. ¿Quién podrá ser a estas horas? En la penumbra, busco el
aparato y miro el nombre de la persona que llama. Es Marcos, así que descuelgo:
-Hijo,
¿dónde estás?, ¿ha pasado algo?
-Mamá –responde- Estaba volviendo a
casa pero he oído voces y…he visto a un hombre…y luego he encontrado a… Bueno,
ven rápido a la Calle Ancha, por favor. No se qué hacer.
-Pero…Marcos… ¿estás bien?-
Demasiado tarde. Ha colgado.
Rápidamente, me pongo el abrigo y
salgo de casa. Voy en pijama, pero me da igual. A esta hora, no suele haber
nadie en la calle, y menos con esta temperatura. Además, he notado a Marcos
bastante nervioso, y me aterra que haya podido pasarle algo.
(Narra Marcos) Empiezo a ponerme
nervioso, así que espero que mi madre llegue pronto. Mientras tanto, he logrado
descubrir algo sobre la mujer. Se llama Laura y tiene dos hijos. Dice que está
muy cansada, que quiere dormir. Pero no puedo permitirlo. Si lo hace, puede que
sea para no volver a despertar. Así que intento distraerla de alguna manera
hasta que venga la ayuda.
Por fin veo a mi madre al final de
la calle. Viene corriendo hacia mí y me abraza. Lo primero que hace es llamar a
sus compañeros de trabajo y a una ambulancia para que se lleve a la mujer al
hospital.
Pasa media hora hasta que por fin
llegan los refuerzos. Los médicos tumban a Laura en una camilla y se la llevan.
Mientras tanto, explico a uno de los policías todo lo que ha pasado, e intento
describirle al hombre que salía corriendo. Tras todo esto, mi madre y yo ya no
podemos hacer nada más, así que nos vamos a casa.
(Narra Carmen) Son las siete y
cuarto de la mañana. Apenas he dormido en toda la noche, pero voy camino del
trabajo. Marcos me acompaña. No se por qué, pero le encanta hacerlo, y lo
cierto es que siempre resulta de gran ayuda en todas las investigaciones, y lo
va a ser aún más en la que tenemos por delante.
Cuando llegamos a la oficina, mis
compañeros y yo recopilamos todas las pruebas que recogimos anoche en la escena
del crimen (huellas dactilares y de zapatos, posibles instrumentos de
agresión…) y comenzamos a buscar posibles respuestas para este caso.
Para empezar, sabemos que el agresor
es un varón de mediana edad, alto y fuerte. Nos sorprende saber que este perfil
es idéntico al de otro hombre que acaba de salir de prisión y que algunos años
atrás cometió varios asesinatos en serie de mujeres jóvenes con hijos. Otra
coincidencia más, pues sabemos que Laura tiene 27 años y tiene dos hijos
pequeños.
No podemos saber con total seguridad
si aquel hombre ha vuelto a actuar tras haberse librado de su pena de cárcel,
así que debemos buscar su escondite, detenerle e interrogarle.
Hemos pasado todo el día sacando
conclusiones acerca de este caso, así que cojo el coche y vuelvo a casa con
Marcos. Hoy no le apetece salir, creo que aún está asustado por todo lo que
ocurrió anoche, y yo estoy agotada, así que decidimos cenar algo ligero y ver
una película hasta quedarnos dormidos en el sofá.
(Narra Ricardo) Son las nueve de la
mañana. Es sábado. Llevo desde la noche del jueves encerrado en esta
habitación. Aquella noche sentí la necesidad de volver a hacerlo, pero mi
víctima sigue viva. Y todo por culpa de ese niñato entrometido que no me dejó
acabar con ella.
No puedo estar encerrado más tiempo.
Siento que estoy loco. Todo esto me hace sentir culpable. Mi cabeza me pide a
gritos que busque un nuevo objetivo, otra vida inocente con la que acabar.
Pero, a la vez, dentro de mí hay una parte minúscula que intenta impedir que lo
haga. Es imposible. Aunque quiera, no puedo acabar con esto.
(Narra Marcos) Otro día más en la
oficina. Las imágenes de todo lo que sucedió esa noche aún no se han borrado de
mi cabeza, y no creo que lo hagan nunca. Me he implicado en este caso más que
en ningún otro, supongo que es por la cercanía con la que lo he vivido. Quiero
que ese hombre vuelva a ser atrapado y metido en prisión, pero no me han dejado
acompañar al equipo en su búsqueda. Por eso, hoy estamos solos mi madre y yo.
Trabajamos en otros casos y, tras
unas cuantas horas, todos vuelven. Nada. Ni rastro de ese hombre. Por hoy, la
búsqueda debe terminar, pero mañana seguirán con ella. Una persona así no puede
seguir suelta, no se sabe cuándo puede volver a actuar.
(Narra Carmen) Es domingo, mi día
libre en el trabajo. Me levanto y enciendo la radio. En las noticias dicen que
se ha encontrado el cadáver de una mujer de unos 26 años cerca del río. Mis
compañeros suelen llamarme al final del día para contarme todo lo sucedido,
pero hoy, aunque por la mañana, soy yo la que los llama. Efectivamente, la
noticia es cierta. Acaban de recoger el cadáver de la pobre chica y lo han
llevado a los forenses. Tras examinarla, se han dado cuenta de que tiene golpes
exactamente en los mismos lugares donde los tenía Laura, y también las chicas
que murieron hace unos años a manos de
aquel hombre del que sospechamos. Finalmente, ven que la chica ha muerto a
causa de un traumatismo en la cabeza, provocado por un golpe; suponemos que de
las mismas características que el que el asesino estaba a punto de darle a
Laura cuando Marcos apareció.
Dejo que mis compañeros sigan
trabajando y propongo a Marcos que demos un paseo por el parque después de
comer. Así, podrá utilizar su nueva cámara para hacer una de esas sesiones que
tanto le gustan.
Vamos paseando por el parque cuando,
de repente, vemos que la gente está inquieta. El perfil del asesino ya es
conocido por todo el mundo; lo han descrito en televisión y por todas las redes
sociales se están difundiendo fotografías de un hombre de esas características.
A lo lejos, lo vemos. Es él no hay duda. Marcos ha conseguido sacarle varias
fotos, y hemos visto que ha entrado en un edificio donde aún no se nos había
ocurrido buscarlo. Se trata de un lugar abandonado, nadie ha vivido ahí desde
hace bastantes años, hasta ahora.
Llamo enseguida a mis compañeros,
que hoy sí están trabajando, y les cuento todo lo que hemos visto. Enseguida
salen de las oficinas y se disponen a buscarlo.
(Narra Marcos) Mi madre y yo
acabamos de volver a casa. Este uno de los primeros casos en los que he
participado más activamente desde que comencé a interesarme por todo esto y a
ayudarla en la oficina. Supongo que es precisamente por eso por lo que en mí
hay una mezcla de sentimientos completamente diferentes. Por un lado, sigo
teniendo algo de miedo; esto me ha hecho darme cuenta de que la vida puede dar
un giro de 360 grados, y que en un momento, puede terminarse todo. Sin embargo,
por otro lado, estoy eufórico, me he dado cuenta de que realmente me encanta
todo esto. Si lo pienso fríamente, he salvado una vida, eso no puede hacerlo
todo el mundo; además, estoy ayudando a mi madre a encontrar y encerrar a un
asesino, al culpable del temor de muchas personas y se que, cuando lo hagamos,
todo el mundo volverá a estar tranquilo.
Acaba de sonar el teléfono y oigo a
mi madre hablar. Es sobre el caso, así que me acerco y pongo atención:
-Entonces, ¿ya lo tenéis? –dice.
Pero no consigo escuchar lo que hablan al otro lado del aparato. Mi madre
cuelga y le pregunto:
-¿Qué dicen, mamá? ¿Ya han
conseguido detener al culpable?
-Sí, hijo. Y sé que es mi día libre,
pero tengo que acercarme a la oficina a interrogarlo, tenemos que cerrar este
caso de una vez por todas.
-Voy contigo –respondo. Y, aunque
ella intenta impedirlo porque dice que puede ser peligroso, yo insisto, y acabo
montándome en el coche con ella.
(Narra Carmen) Acabo de llegar a la
oficina, y entro en la sala donde se encuentra el detenido. Estamos casi
convencidos de que él es el culpable de todas esas muertes, pero el protocolo
de actuación nos dice que debemos interrogar al sujeto para estar seguros de
ello al cien por cien. Marcos espera impaciente sentado fuera y escuchándolo
todo. Me encanta verlo tan ilusionado.
Cuando entro, el sospechoso me mira
fijamente. Lo noto nervioso. Ya lo conseguimos una vez; así que creo que no va
a ser demasiado difícil hacer que confiese.
-
Buenas tardes Ricardo –digo- Hacía mucho tiempo que no
te veía por aquí. ¿Cómo ha ido todo? –tengo que parecer interesada.
-
Bueno. –responde- Me han tratado bastante bien en la
cárcel.
-
Entiendo. Supongo que por eso quieres volver, ¿no?
–empiezo a hacerme la dura, esto no puede durar mucho.
-
Supongo –dice tras una larga pausa- La verdad es que
tengo algo de miedo.
-
¿Ha pasado algo? –lo cierto es que no se qué decirle,
su respuesta me ha roto todos los esquemas y por un momento temo que pueda
intentar atacarme a mi también.
-
Bueno…necesito ayuda. Yo…yo no quiero hacer todo esto,
señora. Estoy cansado. Y loco. Muy loco. Necesito ayuda.
-
A pesar de todo eso, sabes que lo que has hecho es un
delito, ¿verdad?
-
Lo se…Enciérrenme si quieren, lo merezco. Será lo
mejor, no quiero hacer más daño. Son mis impulsos los que tienen la culpa de
todo. Creo que estoy enfermo.
Salgo de la sala y le pido que espere un momento ahí. Desde
fuera, veo que comienza a balancearse. Está claro que tiene miedo de verdad y
que, efectivamente, está mal de la cabeza. Pero debemos arrestarlo y
encerrarlo; no sin antes buscar una medicación para su problema.
Hecho todo el papeleo necesario, entramos a la sala,
suministramos a Ricardo unas pastillas que nos ha dado el psiquiatra que
también ha entrado a examinarlo, y nos lo llevamos esposado al calabozo.
(Narra Marcos) Han pasado algunas semanas desde que el caso
fue resuelto, y todo ha vuelto a la normalidad. El asesino al fin está
encerrado y mi madre ha cogido sus vacaciones de verano. Así que estamos en la
playa, disfrutando de un merecido descanso. He estado pensándolo mucho, y creo
que el curso que viene voy a empezar a estudiar. Quiero dedicarme a esto, es lo
que realmente me gusta y, aunque es muy duro, acaba haciéndome feliz. Se lo voy
a comunicar a mi madre cuando de repente suena su teléfono. Es el número de la
oficina, así que lo coge y pasa unos diez minutos hablando y paseando por la
arena. Cuando cuelga, pregunto qué ha ocurrido, ya que su cara es de preocupación.
-Han encontrado a Ricardo muerto en el calabozo. El bote de
pastillas que le suministró el psiquiatra estaba vacío, tirado a su lado.
–escucho atentamente mientras un escalofrío recorre mi cuerpo.
No puedo decir nada. Solamente pienso en las últimas palabras
que oí salir de la boca de ese asesino, y comprendo que realmente estaba
arrepentido. Creo que verdaderamente, él no quería hacerlo; fueron sus traumas
los que le obligaron a cometer esas atrocidades. Pero, al fin y al cabo, era un
delincuente. Uno de esos que no han podido cargar con el peso de tantas muertes
a sus espaldas.