domingo, 29 de diciembre de 2013

Hasta siempre, 2013...


  

            Pues bueno, ¡un año más que llega a su fin! y, como siempre, aquí está mi balance. He de confesar que 2013, a pesar de algunos baches que supongo que son normales, ha sido mejor de lo que esperaba.

            Este año que termina empezó de la mejor manera posible: 9 de Febrero, Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid, final de la gira acústica de David Bisbal. Como siempre, fue una experiencia increíble ver a David subido en un escenario siendo feliz y haciendo que miles de personas lo fueran con él. Y, se que me repito, pero es impresionante eso de que todos los nervios se esfumen cuando lo ves salir al escenario, mientras las lágrimas inundan tus ojos. Por supuesto, no puedo olvidarme de que ese fue el día en que por fin pude abrazar a mis niñas, a las que quiero muchísimo; y tampoco puedo olvidarme de que, sin ellas, mis niñas de Puertollano, nada hubiera sido posible.

            Otra de las cosas que tengo que destacar este año, sin duda, es el concierto de Melocos, el 5 de Abril y, en especial, a su cantante, Jaime Terrón, que se ha portado muy bien conmigo. Aún me cuesta asimilar que se acordaba de mí y que me reconoció nada más salir al escenario.

              Por último, otro de los momentos geniales de este año fue el
concierto de Melendi. La verdad es que las horas de espera en la fila y el calor que pasamos merecieron la pena, porque fue impresionante. 



            Pero, sin duda, la palabra que utilizaría para definir mi 2013 sería “CAMBIOS”. El día 29 de Mayo, después de 6 años juntos, mis compañeros y yo nos graduamos en el Fray Andrés (Sí...¡¡¡Me he graduado!!!). Entre la mezcla de sentimientos encontrados que teníamos (o al menos yo), supimos disfrutar del momento juntos, y fue algo que nunca voy a olvidar. Después de eso, llegó el verdadero cambio. La cruda realidad era que nos separábamos, que no íbamos a volver a estar juntos cada día. Pero, a pesar de ser dura, esta situación me ha ayudado a darme cuenta, una vez más, de que cuando los amigos son de verdad, la distancia que te separe de ellos no importa, porque sabes que, cuando vuelvas a verlos, todo seguirá siendo como siempre.

           
Dentro de este último año en el instituto, no puedo olvidarme de todos esos profesores que ya forman parte de mi vida, que me han ayudado siempre y han confiado en mí. Además, he de destacar nuestro teatro, “Le Petit Chaperon Rouge”, que me ha servido para muchas cosas; primero, para darme cuenta de que puedo vencer mi miedo a hacer las cosas mal; y, segundo, para coger muchísimo más cariño a todas las personas que lo hicieron posible. Además, con él pudimos interactuar con los niños, y eso para mí es vital. Tampoco puedo olvidar el viaje a Milán, en el que conocí gente nueva y cogí aún más cariño a los que ya conocía.

            Otro cambio grande ha sido mi entrada en la Universidad, algo que también me ha provocado diferentes sentimientos. Al comienzo, solamente podía pensar: “madre mía, estoy en la Universidad, ¡esto me viene muy grande!”. Sin embargo, a medida que ha ido pasando el tiempo, me he ido dando cuenta: estoy estudiando lo que me encanta, lo que siempre había querido. Además, he conocido a gente increíble, mis “futuros maestros”, compañeros de clase que se han convertido en amigos, y con los que estoy pasando, y me quedan por pasar, momentos increíbles.



            Las Chicas Martínez también han sido muy importantes este año. A pesar de lo mal que ha acabado todo, él nos unió en su día. Hemos conseguido muchas cosas juntas, y eso es mucho más fuerte que cualquier “pelea” que podamos tener. Dentro de este grupo, es cierto que ha habido dos personas que han sido, para mí, un poco más importantes: Sara, Nati… mi Amoga y mi Acuática…gracias por todo, os quiero, mucho.

            Hablando de ellas, no puedo dejar pasar la oportunidad de hablar también de él: Dani Martínez. Este año no he podido verle, pero a pesar de todo, no he dejado de apoyarle. Aunque ha tenido algún bache, ahora mismo, mi ídolo está triunfando: forma parte de una de las mejores series de nuestro país y ha pasado gran parte del año demostrando que “no es bueno”. La verdad es que es una de las mejores cosas que me han pasado en la vida, ya que, aunque ni siquiera sabe que existo, siempre consigue hacerme feliz, y cada día demuestra lo enorme que es.


           

No puedo dejar de repasar este año sin repetir lo que ya he dicho muchas veces, y es que quiero mucho, muchísimo a mis amigos, no se qué haría sin ellos. En especial, quisiera hablar de uno de ellos: mi “hermanito”. La verdad es que este ha sido un año un poco raro entre nosotros, pero él me ha demostrado, aunque a veces me cueste verlo, que no importa nada, ni la distancia, ni lo que ocurra, porque siempre va a estar ahí, pase lo que pase. Supongo que es por eso por lo que, más que nunca, este año quiero darle las gracias, porque me ha ayudado en todo, y ha confiado mucho en mí. 




            A todos los que me habéis acompañado este año: amigos, papá, mamá, Nuria (te quiero con locura, pequeñaja), mis profesores del instituto (va a ser muy difícil que os olvide), mis Chicas Martínez, mi prima Alba (te adoro cosota mía), Estrella, JC, Carlitos (por fin lo habéis conseguido, ¡ya lo tenemos aquí!, sin duda, una de las mejores cosas del año), Mamen, Cristina (niñas, gracias por todo una vez más), Manu Castellano, mis Manuistas (me encanta que todo vuelva a ser como antes...os quiero muchísimo)... A todos vosotros… GRACIAS.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

La última víctima


          
          Son las dos de la madrugada y vuelvo a casa después de una gran noche al lado de mis amigos. Me hubiera gustado quedarme más tiempo celebrando el cumpleaños de uno de ellos, Gustavo, pero mañana debo ayudar a mi madre en el trabajo. Siempre discutimos, pero a pesar de eso, no puedo fallarle.
Hace mucho frío, la calle está totalmente vacía y voy caminando tranquilo, pensando en todo lo que ha pasado últimamente. De repente, oigo a alguien gritar. Sigo caminando y los gritos se sienten cada vez, más cercanos. Es una voz femenina. Acelero el paso. Doblo la esquina y veo a un hombre correr. Se ha dado cuenta de que lo he oído todo, y supongo que no ha hecho nada bueno, por eso escapa.
 
            Fijo mi mirada en un punto de la calle y veo a una mujer tumbada en el suelo. Apenas puede moverse, pero parece que me pide ayuda, así que me acerco a ella y pregunto qué ha pasado. Ninguna respuesta. Tiene golpes y magulladuras por todo su cuerpo y está demasiado asustada como para pronunciar una sola palabra.
 
            Mi mente se queda en blanco por unos segundos, mientras la mano de la mujer aprieta la mía con fuerza. Cuando reacciono, me doy cuenta de que debo buscar ayuda. Lo mejor será llamar a mi madre. Es policía, y sabrá perfectamente lo que hacer. Además, vivimos cerca de aquí, y no tardará mucho en llegar.
 
            (Narra Carmen) Son las dos y cuarto de la madrugada y estoy sola en casa. Mi marido murió hace tres años y vivo sola con mi hijo, Marcos, que hoy ha salido de fiesta con sus amigos. Creo que muchas veces soy demasiado dura con él, así que considero que merece hacerlo de vez en cuando.
 
            En el silencio de la noche, oigo mi teléfono sonar. ¿Quién podrá ser a estas horas? En la penumbra, busco el aparato y miro el nombre de la persona que llama. Es Marcos, así que descuelgo:
-Hijo, ¿dónde estás?, ¿ha pasado algo?
            -Mamá –responde- Estaba volviendo a casa pero he oído voces y…he visto a un hombre…y luego he encontrado a… Bueno, ven rápido a la Calle Ancha, por favor. No se qué hacer.
            -Pero…Marcos… ¿estás bien?- Demasiado tarde. Ha colgado.
 
            Rápidamente, me pongo el abrigo y salgo de casa. Voy en pijama, pero me da igual. A esta hora, no suele haber nadie en la calle, y menos con esta temperatura. Además, he notado a Marcos bastante nervioso, y me aterra que haya podido pasarle algo.
 
            (Narra Marcos) Empiezo a ponerme nervioso, así que espero que mi madre llegue pronto. Mientras tanto, he logrado descubrir algo sobre la mujer. Se llama Laura y tiene dos hijos. Dice que está muy cansada, que quiere dormir. Pero no puedo permitirlo. Si lo hace, puede que sea para no volver a despertar. Así que intento distraerla de alguna manera hasta que venga la ayuda.
 
            Por fin veo a mi madre al final de la calle. Viene corriendo hacia mí y me abraza. Lo primero que hace es llamar a sus compañeros de trabajo y a una ambulancia para que se lleve a la mujer al hospital.
 
            Pasa media hora hasta que por fin llegan los refuerzos. Los médicos tumban a Laura en una camilla y se la llevan. Mientras tanto, explico a uno de los policías todo lo que ha pasado, e intento describirle al hombre que salía corriendo. Tras todo esto, mi madre y yo ya no podemos hacer nada más, así que nos vamos a casa.
 
            (Narra Carmen) Son las siete y cuarto de la mañana. Apenas he dormido en toda la noche, pero voy camino del trabajo. Marcos me acompaña. No se por qué, pero le encanta hacerlo, y lo cierto es que siempre resulta de gran ayuda en todas las investigaciones, y lo va a ser aún más en la que tenemos por delante.
 
            Cuando llegamos a la oficina, mis compañeros y yo recopilamos todas las pruebas que recogimos anoche en la escena del crimen (huellas dactilares y de zapatos, posibles instrumentos de agresión…) y comenzamos a buscar posibles respuestas para este caso.
 
            Para empezar, sabemos que el agresor es un varón de mediana edad, alto y fuerte. Nos sorprende saber que este perfil es idéntico al de otro hombre que acaba de salir de prisión y que algunos años atrás cometió varios asesinatos en serie de mujeres jóvenes con hijos. Otra coincidencia más, pues sabemos que Laura tiene 27 años y tiene dos hijos pequeños.
 
            No podemos saber con total seguridad si aquel hombre ha vuelto a actuar tras haberse librado de su pena de cárcel, así que debemos buscar su escondite, detenerle e interrogarle.
 
            Hemos pasado todo el día sacando conclusiones acerca de este caso, así que cojo el coche y vuelvo a casa con Marcos. Hoy no le apetece salir, creo que aún está asustado por todo lo que ocurrió anoche, y yo estoy agotada, así que decidimos cenar algo ligero y ver una película hasta quedarnos dormidos en el sofá.      
 
            (Narra Ricardo) Son las nueve de la mañana. Es sábado. Llevo desde la noche del jueves encerrado en esta habitación. Aquella noche sentí la necesidad de volver a hacerlo, pero mi víctima sigue viva. Y todo por culpa de ese niñato entrometido que no me dejó acabar con ella.
 
            No puedo estar encerrado más tiempo. Siento que estoy loco. Todo esto me hace sentir culpable. Mi cabeza me pide a gritos que busque un nuevo objetivo, otra vida inocente con la que acabar. Pero, a la vez, dentro de mí hay una parte minúscula que intenta impedir que lo haga. Es imposible. Aunque quiera, no puedo acabar con esto.
 
            (Narra Marcos) Otro día más en la oficina. Las imágenes de todo lo que sucedió esa noche aún no se han borrado de mi cabeza, y no creo que lo hagan nunca. Me he implicado en este caso más que en ningún otro, supongo que es por la cercanía con la que lo he vivido. Quiero que ese hombre vuelva a ser atrapado y metido en prisión, pero no me han dejado acompañar al equipo en su búsqueda. Por eso, hoy estamos solos mi madre y yo.
 
            Trabajamos en otros casos y, tras unas cuantas horas, todos vuelven. Nada. Ni rastro de ese hombre. Por hoy, la búsqueda debe terminar, pero mañana seguirán con ella. Una persona así no puede seguir suelta, no se sabe cuándo puede volver a actuar.
 
            (Narra Carmen) Es domingo, mi día libre en el trabajo. Me levanto y enciendo la radio. En las noticias dicen que se ha encontrado el cadáver de una mujer de unos 26 años cerca del río. Mis compañeros suelen llamarme al final del día para contarme todo lo sucedido, pero hoy, aunque por la mañana, soy yo la que los llama. Efectivamente, la noticia es cierta. Acaban de recoger el cadáver de la pobre chica y lo han llevado a los forenses. Tras examinarla, se han dado cuenta de que tiene golpes exactamente en los mismos lugares donde los tenía Laura, y también las chicas que murieron hace unos años a  manos de aquel hombre del que sospechamos. Finalmente, ven que la chica ha muerto a causa de un traumatismo en la cabeza, provocado por un golpe; suponemos que de las mismas características que el que el asesino estaba a punto de darle a Laura cuando Marcos apareció.
 
            Dejo que mis compañeros sigan trabajando y propongo a Marcos que demos un paseo por el parque después de comer. Así, podrá utilizar su nueva cámara para hacer una de esas sesiones que tanto le gustan.
 
            Vamos paseando por el parque cuando, de repente, vemos que la gente está inquieta. El perfil del asesino ya es conocido por todo el mundo; lo han descrito en televisión y por todas las redes sociales se están difundiendo fotografías de un hombre de esas características. A lo lejos, lo vemos. Es él no hay duda. Marcos ha conseguido sacarle varias fotos, y hemos visto que ha entrado en un edificio donde aún no se nos había ocurrido buscarlo. Se trata de un lugar abandonado, nadie ha vivido ahí desde hace bastantes años, hasta ahora.
 
            Llamo enseguida a mis compañeros, que hoy sí están trabajando, y les cuento todo lo que hemos visto. Enseguida salen de las oficinas y se disponen a buscarlo.
 
            (Narra Marcos) Mi madre y yo acabamos de volver a casa. Este uno de los primeros casos en los que he participado más activamente desde que comencé a interesarme por todo esto y a ayudarla en la oficina. Supongo que es precisamente por eso por lo que en mí hay una mezcla de sentimientos completamente diferentes. Por un lado, sigo teniendo algo de miedo; esto me ha hecho darme cuenta de que la vida puede dar un giro de 360 grados, y que en un momento, puede terminarse todo. Sin embargo, por otro lado, estoy eufórico, me he dado cuenta de que realmente me encanta todo esto. Si lo pienso fríamente, he salvado una vida, eso no puede hacerlo todo el mundo; además, estoy ayudando a mi madre a encontrar y encerrar a un asesino, al culpable del temor de muchas personas y se que, cuando lo hagamos, todo el mundo volverá a estar tranquilo.
 
            Acaba de sonar el teléfono y oigo a mi madre hablar. Es sobre el caso, así que me acerco y pongo atención:
 
            -Entonces, ¿ya lo tenéis? –dice. Pero no consigo escuchar lo que hablan al otro lado del aparato. Mi madre cuelga y le pregunto:
 
            -¿Qué dicen, mamá? ¿Ya han conseguido detener al culpable?
            -Sí, hijo. Y sé que es mi día libre, pero tengo que acercarme a la oficina a interrogarlo, tenemos que cerrar este caso de una vez por todas.
            -Voy contigo –respondo. Y, aunque ella intenta impedirlo porque dice que puede ser peligroso, yo insisto, y acabo montándome en el coche con ella.
 
            (Narra Carmen) Acabo de llegar a la oficina, y entro en la sala donde se encuentra el detenido. Estamos casi convencidos de que él es el culpable de todas esas muertes, pero el protocolo de actuación nos dice que debemos interrogar al sujeto para estar seguros de ello al cien por cien. Marcos espera impaciente sentado fuera y escuchándolo todo. Me encanta verlo tan ilusionado.
 
            Cuando entro, el sospechoso me mira fijamente. Lo noto nervioso. Ya lo conseguimos una vez; así que creo que no va a ser demasiado difícil hacer que confiese.
 
-         Buenas tardes Ricardo –digo- Hacía mucho tiempo que no te veía por aquí. ¿Cómo ha ido todo? –tengo que parecer interesada.
-         Bueno. –responde- Me han tratado bastante bien en la cárcel.
-         Entiendo. Supongo que por eso quieres volver, ¿no? –empiezo a hacerme la dura, esto no puede durar mucho.
-         Supongo –dice tras una larga pausa- La verdad es que tengo algo de miedo.
-         ¿Ha pasado algo? –lo cierto es que no se qué decirle, su respuesta me ha roto todos los esquemas y por un momento temo que pueda intentar atacarme a mi también.
-         Bueno…necesito ayuda. Yo…yo no quiero hacer todo esto, señora. Estoy cansado. Y loco. Muy loco. Necesito ayuda.
-         A pesar de todo eso, sabes que lo que has hecho es un delito, ¿verdad?
-         Lo se…Enciérrenme si quieren, lo merezco. Será lo mejor, no quiero hacer más daño. Son mis impulsos los que tienen la culpa de todo. Creo que estoy enfermo.
 
        Salgo de la sala y le pido que espere un momento ahí. Desde fuera, veo que comienza a balancearse. Está claro que tiene miedo de verdad y que, efectivamente, está mal de la cabeza. Pero debemos arrestarlo y encerrarlo; no sin antes buscar una medicación para su problema.
 
         Hecho todo el papeleo necesario, entramos a la sala, suministramos a Ricardo unas pastillas que nos ha dado el psiquiatra que también ha entrado a examinarlo, y nos lo llevamos esposado al calabozo.
 
         (Narra Marcos) Han pasado algunas semanas desde que el caso fue resuelto, y todo ha vuelto a la normalidad. El asesino al fin está encerrado y mi madre ha cogido sus vacaciones de verano. Así que estamos en la playa, disfrutando de un merecido descanso. He estado pensándolo mucho, y creo que el curso que viene voy a empezar a estudiar. Quiero dedicarme a esto, es lo que realmente me gusta y, aunque es muy duro, acaba haciéndome feliz. Se lo voy a comunicar a mi madre cuando de repente suena su teléfono. Es el número de la oficina, así que lo coge y pasa unos diez minutos hablando y paseando por la arena. Cuando cuelga, pregunto qué ha ocurrido, ya que su cara es de preocupación.
 
          -Han encontrado a Ricardo muerto en el calabozo. El bote de pastillas que le suministró el psiquiatra estaba vacío, tirado a su lado. –escucho atentamente mientras un escalofrío recorre mi cuerpo.



          No puedo decir nada. Solamente pienso en las últimas palabras que oí salir de la boca de ese asesino, y comprendo que realmente estaba arrepentido. Creo que verdaderamente, él no quería hacerlo; fueron sus traumas los que le obligaron a cometer esas atrocidades. Pero, al fin y al cabo, era un delincuente. Uno de esos que no han podido cargar con el peso de tantas muertes a sus espaldas.